Hacemos que el niño desarrolle al máximo su capacidades respiratorias y sea consciente de como lo hace y por qué.
En un primer momento esto le sirve para tener una
función respiratoria más saludable
y pueda evitar distintas enfermedades.
Durante la etapa de crecimiento su desarrollo tanto físico como intelectual será mejor si mantiene una correcta respiración. Según va siendo consciente de su forma de respirar aprende cómo y por qué respira, pudiendo interpretar la forma en que respira en cada situación y pudiendo cambiar dicha forma para optimizarla ante esa situación.
Cuando el niño llega a la adolescencia, tiene un hábito respiratorio adquirido, si este hábito es plural y conoce sus mecanismos, puede afrontar distintas situaciones tanto físicas como emocionales con una perspectivca más amplia.
Todo esto lo realizamos a través de juegos con los más pequeños para crear un hábito. Mediante la explicación y las sensaciones con los que ya son un poco más mayores. En la etapa adolescente aprenden a utilizar todo lo anterior, que ya tienen interiorizado, para sacarle partido y conseguir cosas tales como una mejor atención y concentración.